El Éxodo Jujeño


Novela: "Amancay", escrita por alumnas de Instituto Inmaculada Concepción...
Capítulo I: La esperanza de los omaguacas.
Hacía la media mañana ya había pasado el alba y Keila Wara, estrella brillante, sintió sus primeros dolores de parto. Por ser primeriza no sabía co certeza lo que pronto iba a suceder, pero de inmediato con asombrosa tranquilidad preparó todos los elementos indispensables para la llegada de su criatura. Se aproximó a las mantas y eligió la de los vivos colores con el augurio de una vida destinada a ser luz en medio de la quimera. Ella deseaba para su hijo la mejor de las dichas, aunque sabía con certeza la improbabilidad dentro de un pueblo colmado de infortunios. Sin embargo, el gozo era tan grande que siguió sus preparativos, se apropió de una herramienta filosa, cacharros con agua tibia, algunos trapos, cueros y se dirigió hacia el lugar donde pariría a su hijo. Inexperta, mientras caminaba no reparó que la bolsa se le había roto, ni que iba dejando su huella tras ella. De pronto los dolores azotaron su bajo vientre, esta vez de forma más intensa, lo que la obligó a detenerse momentáneamente un pequeño instante, a continuación recobró las fuerzas y llegó hasta donde era habitual en la cultura aborigen; un pequeño pozo para el natalicio. Allí se ubicó en la posición acostumbrada, de cuclillas, y ya no hubo más espera, pueto que con un grito ambiguo de dolor y alegría se hizo eco del viento. Simultaneamente se escuchó por primera vez el llanto del huahua, fue entonces cuando Keila Wara, agotada, descubrió que era una niña, la tomó en sus brazos, la cobijó en su seno y suavemente la acarició con amor. Luego cortó el cordón umbilical y sintió un regocijo inexplicable en términos de palabras. Después envolvió a la niña en la manta de colores, la levantó en dirección al Inti del mediodía y la llamó: Amancay, con la esperanza de que todo ser humano que se relacionara con ella, la respetara como el símbolo de una flor que ofrece su corazón. A continuaci´n agradeció y pidió a la Pachamama por su hija, y posteriormente le recitó unas palabras llenas de deseos para bien. Keila Wara quería que su niña, a pesar de vivir en una tierradifícil no le faltara lo imprescindible para hallar la felicidad. Por eso mirándola con una ternura sin igual, sin atender el dolor que había experimentado, derramó lagrimas de emoción sin contener ninguna expresión sentida. las palabras recitadas por su boca desbordante de miel pronunciaron:-Fruto del vientre mío, te recibo en mi corazón como parte de mi sangre, el color de la esperanza de nuestro pueblo, y la canción acunada entre el algarrobo y el suelo, que a pesar de la sequía se mantiene por largo tiempo resistiendo... Te deseo el agua limpia del alba y todos los nuevos senderos...Quizá sus palabras inspiraron a la poeta Ida Réboli muchos años más tarde...
El agua limpia del alba
El agua limpia del alba
corre por la madrugada;
a todos pone colores,
a todos lava la cara.
El agua limpia del alba
riega las rosas del cielo:
las rosas del cielo se abren
rompiendo su tenue velo.
El agua limpia del alba
salta por el verde prado;
el verde prado se pone
un vestido acicalado.
El agua limpia del alba
se mezcla con la del río;
el río danza que danza
de estrellas, luz y rocío.
El agua limpia del alba
besa las aves dormidas;
las aves se abren el pico
con canciones florecidas.
El agua limpia del alba
ya está toda derramada;
quien bebe de esta agua limpia
se ha bebido la alborada.
Y la poeta Flor Silvestre agregó:
(Silvia Roxana Leys)
El agua limpia del alba
limpió mi corazón, mi vida;
llenó de mariposas mi alma
derritió el hielo que la invadía.
El agua limpia del alba
se hizo amor, alegría,
invita a todas las almas
a dar en su corazón cabida...
El agua limpia del alba
es la amorosa mano de Dios, bendita.
Hacia el atardecer, Quimey Amurú llegó a su casa luego de un día de pesada faena, y se encontró co la escena tierna de su mujer dando de mamar a su huahua. ¡Qué alegría tan grande! Era padre de una nena. Se aproximó inmediatamente y besó los carnosos labios de Keila Wara, seguidamente tomó a la huahua en sus brazos fuerte, acarició su frente, sus mejillas y terminó dibujando en su boquita. La pequeña respondió iluminando el lugar con una sonrisa. Los padres unidos también sonrieron. Luego comieron y se preperaron para descansar felices por todos los hermosos sucesos acontecidos.
Al llegar la mañana, Quimey Amurú, se fue a trabajar en la siembra. El aire quieto y transparente, era casi frío y agrandaba la visión de los cerros a lo lejos. En el llano, más allá de los campos sembrados, el viento, de vez en cuando, levantaba remolinos de polvo que se elevaban súbitamente al cielo como columnas. Quimey se imaginaba figuras humanas que venían a su encuentro con el fin de festejar la dicha de tener su propia familia. Quería hablar, decir algo, pero la emoción lo embriagaba por completo, como si hubiera ya tomado alojita. Miraba sin pestañar ni mover los labios, con el sombrero puesto hasta las cejas; observaba el cielo ancho y las nubes, y sin detener su marcha seperdió en el paisaje. Simultaneamente Keila Wara había cuidado las necesidades de Amancay y se disponía a tejer como era su habitual costumbre.
Continuará....